La UDUAL revivió el 68 en Tlatelolco

Ciudad de México, 22 de agosto de 2018

 

El Centro Cultural Universitario Tlatelolco revivió los sucesos del año 1968; en esta ocasión correspondió a la Unión de Universidades de América Latina y el Caribe (UDUAL) organizar la tertulia “De San Ildefonso a CU: escritos y relatos del 68, a medio siglo”. El diálogo sumó las voces de Renate Marsiske, investigadora del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE-UNAM), Joel Ortega Juárez, líder estudiantil del 68 y articulista en distintos medios y Francisco Pérez Arce, economista y escritor; por parte de la UDUAL moderaron Iris Santacruz, asesora de la Secretaría General, y Antonio Ibarra, coordinador académico. El evento fue inaugurado por Roberto Escalante, secretario general de la UDUAL.

 

Dos narradores, una historiadora

A través de relatos desde Sofía, Bulgaria, donde se realizaba en esas épocas el Noveno Festival de la Juventud y los Estudiantes, al cual asistió Joel Ortega, el líder estudiantil recordó el caos que entre julio y octubre de 1968 vivió la Ciudad de México. “Iba con Pablo Gómez y  allá nos encontraríamos con Marcelino Perelló, después nos enteramos que la Ciudad Universitaria estaba rodeada por el ejército y que había heridos en la Ciudad de México”. En Sofía, las delegaciones priístas y comunistas se asumieron portavoces del movimiento, que en algunos casos lo vivían desde afuera.

Ortega reflexionó acerca de la visión del movimiento estudiantil, al cual se le minimiza su aportación histórica. “Una de las peleas que hemos dado es quitarnos la vista aldeana de que dos pandillas se pelearon; el fondo fue una revuelta general planetaria, México fue contemporáneo al mundo”.

En Alemania, por ejemplo, el movimiento estudiantil tuvo una connotación cultural, no política, tanto así que la minifalda devino un ícono de protesta. En palabras de Renate Marsiske, “el levantamiento fue cultural, contra los cánones morales establecidos por el Estado”.

La investigadora recordó a Alain Touraine, quien afirmó que los movimientos estudiantiles pertenecían a países industrializados, en los cuales “México estaba fuera”. En esta línea, Marsiske comparó los movimientos universitarios latinoamericanos, especificando el caso colombiano, el cual explotó a principio de los años setenta.

En lo que concierne a la investigación histórica, se pretende ver todos los detalles de un solo hecho histórico, sin embargo, “hay secuencias y muchas otras cosas en un lapso de tiempo más amplio, traspasando las fronteras de los países”, remarcó.

 

“Todo el mundo sabía que era el dos de octubre después de las olimpiadas” 

Más allá de los discursos, las anécdotas o la epistemología, las reflexiones de Francisco Pérez Arce ahondaron en el futuro del Movimiento y sus consecuencias a partir de una promesa de democratización posterior a la salida del presidente Díaz Ordaz. “Con Echeverría se pensó que había una promesa democrática, que se podía pensar un movimiento estudiantil libertario, con otras demandas y otra visión”. Pero esta promesa se desgarraría el jueves de Corpus del 71, con el Halconazo.

El 68 tuvo consecuencias que traspasaron la década, como la continuación de muchos de sus activistas, quienes tocaron a otros sectores. “Hubo activistas en los movimientos sindicales, urbanos, populares, magisteriales y campesinos, todos conectados con el 68 por distintas vías”. Estos liderazgos optaron por la acción política, que muchas veces se transformó en planteamientos de guerrilla,

En 1988 la rebelión cívica por las libertades democráticas sumó inesperadamente las luchas del 68; el día de las elecciones, ese seis de julio, la historia de veinte años atrás se tradujo en algo cívico y electoral, sin embargo, la lucha por la vía electoral se volvió compleja. “El 68 fue un punto de partida, un parteaguas; el principio de un periodo de rebelión de intenciones reformistas”, enfatizó.

Pérez Arce recordó a los jóvenes de Ayotzinapa y su conexión con  Tlatelolco, quienes iban a tomar camiones para recordar el dos de octubre.

Por otro lado, Antonio Ibarra relacionó las dos grandes rebeliones culturales latinoamericanas: la de Córdoba, Argentina, de 1918 y los movimientos universitarios del 68; ambos tenían que ver con transformaciones culturales. Y, subrayó que “en algún punto significó incluir a México en un movimiento libertario global”.  El también editor de la revista Universidades reconoció la conexión que mediante la intervención artística de imágenes históricas, los jóvenes le dieron a los movimientos universitarios latinoamericanos. En este sentido, destacó la participación de un público mayoritariamente joven que asistió a las exposiciones “La verdad es siempre peligrosa” y “Refiguraciones“.

 

Hermenéutica de la imagen

Durante la tertulia se proyectaron dos videos producidos por la UDUAL sobre las actividades llevadas a cabo por dicha institución para conmemorar los cincuenta años de los movimientos estudiantiles latinoamericanos. El primer video narró los cinco primeros conversatorios que la institución llevó a cabo durante el mes de mayo en el CCUT, en el cual destacaron las participaciones de Teodoro Villegas y Stephanie Weiss en la lectura de dos textos imprescindibles del 68: “Los días y los años”, de Luis González de Alba y “El gran solitario de Palacio”, de René Avilés Fabila, así como la declamación de “El verso que aún no acabo”, de Mariángeles Comesaña, por la autora misma.

Por otro lado, a partir de las fotografías históricas puestas a disposición del público en la exposición interactiva “La verdad es siempre peligrosa”, del colectivo de artistas latinoamericanos “Referencias Cruzadas”, Eugenia Allier, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales, destacó la resignificación que el público le dio a las imágenes del 68, en muchos casos consignas y en otros garabatos.

En este sentido, Allier subrayó que “a pesar de que las imágenes pertenecían al 68, los jóvenes le dieron una nueva resignificación en el tiempo, al asociarlas a casos como el de Ayotzinapa”. La historiadora concluyó con la emotiva lección de que “el 68 no es nada más el dos de octubre, sino sus implicaciones previas, como las huelgas de médicos y los conflictos con maestros y ferrocarrileros y lo que representó posteriormente para la sociedad”.

Al finalizar la discusión se rifaron libros -cortesía de Iris Santacruz- y revistas Universidades entre el público como agradecimiento por regresar a ese emblemático lugar en una lluviosa tarde de agosto. Las contagiosas porras del Politécnico y de la Universidad Nacional, Huelum y Goya, que se entonaron con algarabía de hincha rebelde, fueron un recordatorio de que cada dos de octubre Tlatelolco seguirá presente.

Para ver el álbum de imágenes, haga clic aquí. 

 

LFRD

 

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